¿PUEDO ELEGIR CÓMO SENTIRME?
- Marta Madina
- 25 mar 2024
- 3 Min. de lectura

¿Podemos elegir cómo sentirnos en cada momento? Si fuera así, ¿en qué emociones elegirías vivir? La segunda respuesta parece obvia, imagino que optarías por la alegría, la dicha, el disfrute, el positivismo, la creatividad, la ternura, el entusiasmo…
Si tenemos en cuenta que una emoción es la mejor respuesta que da mi cuerpo ante una experiencia vivida o imaginada, entonces me podrías decir que la única manera de anclarse en la alegría y el resto de las emociones positivas, sería viviendo experiencias de ese calibre.
Otro dato que te doy: las emociones primarias, en las que se podrán incluir la alegría, la tristeza, el miedo, la ternura y el erotismo, se caracterizan por ser universales, es decir todo el mundo las experimenta, y además, cuando surgen, apenas duran 2 o 3 minutos en el cuerpo y luego desaparecen.
Y tú me dirás: bueno, cuando me enfado, mi rabieta dura más de tres minutos, eso seguro. ¿Cómo se produce entonces ese “permanecer” durante horas, días o incluso semanas enojadas, molestas, enfadadas, por algo que nos ocurrió hace meses?
Cuando una emoción dura tanto, ya no hablamos de emoción primaria sino secundaria o mixta, y para que aparezca la emoción se consigue un aliado infalible: los pensamientos.
Si tu pareja te ha fallado, no es la primera vez que ocurre, y además no te ha avisado de que no iba a llegar a vuestra cita, lo primero que sentirás es rabia, enfado, y durante esos dos o tres minutos te gustaría cantarle las cuarenta, o tirarle un zapato a la cabeza… Pero pasa media hora, dos, llegas a casa, y tu enfado no solo no ha desaparecido, sino que ahora te sientes defraudada, decepcionada, abandonada y sola. Y no quieres ni hablar del tema.

¿Qué ha ocurrido en el trayecto hacia la casa? Que a tu mente han acudido de golpe todas las ocasiones en que tu pareja te ha fallado, las excusas que pone, sus promesas fallidas de no volver a hacerlo, y con cada uno de estos pensamientos surgen otros de tu propia cosecha en la línea “no lo puedo creer”, “esto me pasa por boba”, “solo a mí me dejan tirada”, “qué habrán dicho los demás”, “siempre me hace lo mismo”… Pensamientos que a su vez, sirven para acrecentar ese enfado inicial, y te sumen en esa decepción profunda, mezcla de rabia, enojo, frustración, tristeza y sensación de soledad con la que llegas a casa.
¿Resultado de este proceso? La rabia como emoción primaria se ha convertido en decepción, una emoción mixta compuesta por enfado y por tristeza. Y las emociones mixtas pueden durarnos tanto como deseemos. Es más, cuanto más las alimentemos con pensamientos negativos, más fuerte se hará la emoción.
¿Cómo salimos de esta rueda de emociones desagradables? Parando esa avalancha de pensamientos negativos con que alimentamos la emoción negativa que surgió en primera instancia. Y, para eso, lo primero que necesitas es “querer” salir de esa cascada de sensaciones negativas, porque “¿cómo me pides que olvide esto que me ha hecho? Ni pensar, se va acordar, verá de lo que soy capaz…” Es decir, en la mayoría de los casos, y, aunque te cueste creerlo, somos “adictos” a las emociones negativas porque nos negamos a detener la cascada de pensamientos negativos adonde nos lleva nuestra mente, aliada con la emoción.
¿Qué es lo primero que te va a permitir romper ese binomio pensamiento-emoción? La respiración. “Dime cómo respiras y te diré cómo sientes”.
Más en la próxima entrega sobre las emociones.
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